Hay afortunados y afortunadas que n o pueden cantar. Derramar lágrimas es lo suyo. La pena derramada qué dulce en un chaparrón torrencial. Para que abajo la piedra algo tiemble pero para mi látigo es la vocación entre los gemidos sobre la tumba el deber me ordena una canción. ¡Cantó David sobre sus amigos, aunque a la mitad rajado! Si Orfeo mismo no hubiera descendido al Hades, sino allí su voz enviado sólo la voz enviado a la oscuridad, y en el umbral quedado él mismo por s u p e r f l u o - Euridice sin dudar sobre ella, tal cuerda, hubiera salido... como por una cuerda y hacia la luz, ciegamente y sin regreso. Pues te dieron poeta la v o z, y te quitaron el resto. Enero 1935