Ya no me engañas, flor, cuando apareces en la rama fruta. ¿Por qué me engañaría si tú - para cambiar de cara - cambias un día de edad? El rostro de mañana, fruto de las doncellas líneas de hoy, ha de traer un hueco necesario a tus ojos de siempre ¡eternos! es tan justa medida que la máscara sea sin embargo tu cara.