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Renunciamiento - Marceline Desbordes-Valmore

Perdóname, Señor, mi semblante afligido;
bajo la feliz frente colocasteis las lágrimas
de tus dones, Señor, es el que no he perdido.

Don menos codiciado, quizá sea el mejor.
Yo ya no he de morir en vínculos de encanto;
os los devuelvo todos, ¡ay, adorado Autor
para mí sólo tengo la sal que deja el llanto!

A los niños flores, a la mujer la sal;
para que la limpiéis mi vida he de entregaros,
cando esta sal, Señor, lave mi alma, lustral,
volvedme el corazón, para siempre adoraros.

Toda extrañeza mí del mundo se ha extinguido
y se despidió el alma dispuesta ya a volar
para alcanzar el fruto, al misterio acogido,
que la púdica Muerte sólo ha de cosechar.

Señor, con otras madres sé tierno mientras tanto,
por la tuya y por lástima de esta pena que ves...
Bautizáles los hijos con nuestro amargo llanto
y levanta a los míos caídos a tus pies.


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