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Réquiem y elegía - Juan García Ponce

Ante la oquedad
Tú para quien el tiempo era ya espacio
Tal vez hayas tenido tu fe inextricable
Tierna y feroz como una exacta armadura

Casi un siglo y de pronto se ha roto
Te restó sólo la edad sumada de mis dos hijos
Imagen de la fugaz que es imperecedero
Se necesitaría el tiempo de los árboles

Mudos y abiertos en su forma única
Amarillento jardín del recuerdo de la infancia
Sin principio ni fin del mismo modo
Amarillentos como todo lo vivido

Y allí ¿qué te esperaba?
¿La pálida voz d tu hija de muerta que te llamaba del fondo del portal?
¿Las ánimas que entre la noche y el día acompañaban tu rosario?
O quizás sólo el silencio que te deja en manos de tu estirpe

Estás aquí todavía
Recuperando el otro olor en la piel de tus nietos
Sobre el oscuro recuerdo de lo que siempre estuvo vivo
Tierno y feroz también como tu fe en el mundo

El paso es lo que cuenta
Ninguna edad es suficiente para cercar el límite
Ahora decisiones sobre ti misma hasta tocar tu fondo
Una tras otra se acumulan las figuras

Tal las plantas recortadas en un geométrico jardín
El silencio de tu voz es solo rumor inagotable
De cuyo murmullo se levanta una fuerte
Cuyo surtidor regresa a los orígenes después de remontarse

Se acallan los recuerdos
Bajo el ardiente sol de un campo enceguecido
Junto al tranquilo mar de colores transparentes
Tu vida es una sola y así se continúa

Acaso fue el amor tu verdadero signo
No el grito que se levanta y muere
Sino el silencio tapado de un aljibe
Vivo en su quietud como la noche

Te quedan los testigos
Ellos atesoran tu paciente espera
Huerta murmurante cielo abierto y la alta alcoba
Donde alguna vez fuiste tú misma

Quizás él lo supo contigo
Nada sabemos de ti ni antes ni ahora
Nos sobrepasamos en tu propio vuelo
Tu vida es una sola línea recta enjuta y rica

Como la planta de tu tierra
En fin entonces es florecimiento
Esperándolo te fortaleciste de tal modo que todo comienza
Tu apartarte deja una imborrable cicatriz en el suelo

Las figuras se dispersan y vuelven a juntarse
Es siempre una y otra vez el mismo juego
Deseo y deber tienen la misma sílaba
Y tú sólo supiste conjugarlos

Para el secreto ¿no vas a reverlarlo?
Tu respuesta llega demasiado lejos
En su altivo estar nos sobrepasa
Y al final es otra vez silencio humilde

Tal vez tenemos que aprender a estar callados
Lo abierto en verdad es el silencio
Pero en ti era una voz
Y ahora se levanta y canta

Canta al mundo de todo lo vivido
Tu oscuridad es una luz ardiente
Apenas se levanta pero por eso dura
Lugares que son paso se aquietan a tu sombra

Tocan a rebato
Como las campanas tu permanencia se extiende por la tarde
Inmovilidad se las palmeras reales
Erectas columnas de un templo destruido

Cuyo recuerdo desafía al tiempo
Sobre el que siempre tu espera era un estar
Al cortar la muerte se para pero no destruye
Es un hilo que nos ata a un otro espacio

A la sombra de los árboles frutales
El tiempo detenido te continúa
No hay que decir más
Para no turbar la voz de tu reposo

Enero de 1969

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