Hay muchas extensiones de la vida literaria. Algunas tan indirectas que no requieren la lectura. Algunas tan ajetreadas que no dan tiempo de leer. Paradójicamente, las actividades que pueden prosperar sin necesidad de leer han llegado a ser vistas como "la vida literaria".
1. Conocer nombre de autores y de libro en cápsulas informativas y valorativas de enciclopedias, solapas de libros, cubiertas de discos, letreros de museos, programas de espectáculos, anuncios, noticias, entrevistas, frases o juicios escuchados. Información valiosa para alternar en la conversación, orientarse y elegir, porque no hay tiempo de leer todo, y las noticias pueden funcionar como lectura previa, en muchos casos más que suficiente.
2. Conocer libros por la encuadernación, la tipografía, las ilustraciones. Mejor aún, tenerlos en opulentas bibliotecas, para sentirse acompañado y enseñarlos (...) Objetos que dan calor (...) cultural, que decoran, ambienta, embellecen, y que no hace falta leer.
3. Conocer autores por la encuadernación social. Estar al día de chismes literarios, artísticos, culturales, con todas sus ramificaciones social, sexuales, conflictivas, de fama, de poder, de fortuna. Mejor aún, tratarlos personalmente y de tú, en reuniones que pueden conducir a una familiaridad de muchos años, aunque no necesariamente a la lectura.
No falta el tímido que se avergüenza de estar en una cena de homenaje a un autor, por su reciente libro, sin haberlo leído. Pero la gente más mundana sabe que o importante es el brindis, la alegría, el sentirse parte de una comunidad culta, las sabrosas ocurrencias y chismes de la celebración: lo que dice la fiesta, no lo que dice el libro (...) Lo importante de las reuniones son las reuniones, no los libros, aunque se hagan con el pretexto de los libros.
4. Organizar actos públicos de presentación de autores y libros (...) Lo importante de la presentación de libros es la presentación, no la lectura. Lo importante es el montaje teatral de un acto que sirve para adquirir presencia en la vida social (...)
5. Promover el periodismo cultural (...) En las páginas culturales no abundan los artículos inteligentes y bien escritos de un autor que ha leído a otro, que sabe de lo que está hablando y opina con sinceridad.
Cuando había docenas de páginas culturales diarias, sino unos cuantos suplementos semanales, las mejores plumas hacían comentarios de libros, y los jóvenes talentosos se disputaban el privilegio de alternar con los consagrados, escribiendo reseñas mal pagadas en dinero, pero bien pagadas en abundantes libros que les permitían leer, leer, leer.
(...)
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