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Letanías del atardecer - José Vasconcelos

El hombre no puede amar al hombre: el amor fatiga, exige y desengaña. Danos por lo menos un ancho caudal de compasión recíproca. Compadéceme. Te compadezco. He allí el saludo de este atardecer del alama y del humano destino. ¡Acorta la jornada antes de que se extinga la esperanza!

(...)

   Ningún afecto está libre del dolor del desengaño. Y es que por más que nos entreguemos, no somos dignos del amor... apenas de la compasión. Y en fatal correspondencia, no podemos en lo profundo amar al semejante, apenas desearlo, compadecerlo, con algo a veces de admiración, pero más bien con simpatía, o sea, con análogo sentimiento de piedad, del que sentimos por la propia condición.

Pero hablamos de nuestras pasiones y padecemos por ellas. Señor, ten piedad de nosotros, por necios.

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