"Te falta humildad", me dijo al oído el resignado. Quizás, pero no me ha faltado piedad. De compasión está hecho todo mi afán. Por eso callo y repito: ¡Señor!, ten piedad de nosotros, ten piedad!
Transcurren y pasan los siglos: es ya largo el cautiverio y cada vez se hace más corta la esperanza.
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