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Forma de la huida - Emilio Prados

Si en este espejo yo hubiera
dejado, al irme, encerrado
mi cuerpo; en su luz tapiado
vivo; emplazado en sus aguas,
ahora en él, como en el recuerdo
despacio en la memoria,
mi carne se iría cuajando
lenta, de nuevo en su luna,
y, en pie, desnuda, flotando,
a su orilla desde el fondo
subiría, igual que Lázaro
desde sus hondas tinieblas
subió hasta el mundo...
                       ¡Qué blanco
lirio, mi cuerpo en su estrecha
puerta alzaría! ¡Qué alto
narciso! ¡Qué estrella! ¡Qué
fino árbol!
                 Vivo, temblando
- toda la flor de mi entraña
latiendo hecha luz-, brillando...
¡Qué ventana de sí mismo
me abriría en su milagro!
¡Qué estampa de fe al silencio
dejaría mi ejemplo claro!
No que ahora, vencido, vengo
por fuera a su luna y caigo
a ella de golpe, sin vida,
lo mismo que el agua el pájaro
desde fuera cae y se hunde,
presa de su doble engaño.


Sin fe en la vista y sin rosa;
perdido el amor; parado
el sueño, vuelvo humillado...
¡Qué torpe fruto la ausencia
dejó mordido en mi mano!
¡Qué negro dolor de sombra
pegado a mi cuerpo traigo!

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