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Bajo cero - Francisco Hernández

En los pensamientos del suicida hay un vacío que sólo se llena con temperaturas bajo cero. Los pensamientos del suicida no son tan rápidos ni brumosos: únicamente son fríos.

La mente no está en blanco: está congelada. Aparece, con filo de navaja, una sensación de tranquilidad que se presiente interminable.

Con el cerebro convertido en iceberg nada se recuerda. Ni la piel más querida, no el nombre de los hijos, ni los abrasamientos de la poesía.

El suicida es la viva imagen de la soledad. Nadie acude a ese trozo de hielo que una bala cruza de polo a polo.

Aun en los trópicos, cuando alguien se suicida, comienza tristemente a nevar.


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